Esto es Halloween (queda poquito). Fiesta céltica que curiosamente se celebra en gran medida en los Estados Unidos por la fuerte influencia recibida de los inmigrantes Irlandeses. La exportación de esta fiesta de América a Europa ha sido más directa que no de nuestros colegas irlandeses que están incluso dentro del continente Europeo, curioso. Un típico en este día es contar un cuento de terror entre amigos y a la luz de las velas. Contaré una historia real, que no por ser terrorífica si que me hizo pasar miedo porque la viví. Por entonces trabajaba de vigilante. Una noche tuve que sustituir a un compañero en una zona desconocida y que me costó encontrar. El chico estaba enfermo y me dio las llaves de una portería, donde debía pasar la noche. Cada hora tenía que realizar una ronda alrededor de unas construcciones que formaban la manzana. En las rondas me fijé en un jardín público, de esos que se suelen cerrar por las noches, solo que este no estaba cerrado. Me apetecía verlo y entré a curiosear. Recuerdo que era precioso y unas estatuas de ángeles embellecían unas pequeñas glorietas florales. Creía que vislumbraba bastante bien con la linterna y la luz de la luna, pero me equivoqué. Me acerqué a unos edificios pequeños que pensé que no serían pequeños sino que estarían lejos. Creí que debía ser un efecto óptico. Sus ventanales reflejaban la luz con curiosidad y aún me aproximé algo más. Cuando supe que estaba en un cementerio y que los edificios eran los nichos, se me heló la sangre. El corazón me golpeo con la fuerza de un bateo. No busqué la salida. Mis piernas fueron directamente al muro más cercano y lo salté con una agilidad inaudita para mi.
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